Por: Daniela Jiménez Galeano
Creo que a mis 18 años de edad a lo único a lo que le temía era a esa alarma estruendosa del celular, que me despertaba siempre en el mejor punto del sueño, y que me ponía los nervios realmente de punta porque entre dormida y despierta hundía todos los botones desesperadamente para que dejara de sonar, pero no lo conseguía, por lo menos durante los primeros minutos.
A lo mejor en una madrugada, no estoy segura, soñé en una de esas nochecitas estrelladas en la alta montaña que tanto me gusta, que mi corazón latía tan fuerte y tan veloz, que miraba mi pecho y a medida que se hacían más rápido las palpitaciones se me iban desprendiendo los senos. Mis senos tan blancos y suaves, caían sobre la tierra para convertirse en frondosos árboles, que iban recibiendo aves de todos los colores, grandes y pequeñas a la vez... continúa...
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